Cuentan de uno de los grandes hombres del siglo XX, George Bernard Shaw, que cuando cierta persona fue a conocerlo, un artista muy creativo, novelista, vió tal profusión de hermosas flores en el jardín de Shaw que no daba crédito a sus ojos.
Al entrar en la casa no vió una sola flor. Le dijo:
Al entrar en la casa no vió una sola flor. Le dijo:
-- Qué curioso,
con tantas flores y tan bonitas en el jardín...
Podría cortar unas cuantas y ponerlas en un jarrón.
con tantas flores y tan bonitas en el jardín...
Podría cortar unas cuantas y ponerlas en un jarrón.
Shaw replicó:
-- También me encantan los niños.
Son tan hermosos como las flores,
pero no les corto las cabezas para decorar mi salón.
Las flores se abren,
danzan en medio de la lluvia, con el sol, al viento.
Están vivas.
No soy carnicero;
no podría arrancar una flor de su fuente vital,
y además,
no me gustan los cadáveres en mi salon...
Son tan hermosos como las flores,
pero no les corto las cabezas para decorar mi salón.
Las flores se abren,
danzan en medio de la lluvia, con el sol, al viento.
Están vivas.
No soy carnicero;
no podría arrancar una flor de su fuente vital,
y además,
no me gustan los cadáveres en mi salon...
1 comentarios:
Cuantas veces hacemos cosas sin pensar
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