Para resolver el misterio de la vida
sólo necesitamos cumplir un mandamiento:
vivir como una célula.
Sin embargo, no lo hacemos,
y la razón resulta evidente:
tenemos nuestra manera de hacer las cosas.
Nuestras células se alimentan del mismo oxígeno
y glucosa que nutrieron a las amibas
hace dos millones de años,
pero nosotros
preferimos los alimentos de moda,
grasosos, azucarados y frívolos.
Pese a que nuestras células cooperan entre sí
-- con base en lineamientos establecidos
por la evolución en los helechos
del período cretáceo --
nosotros encontramos un nuevo enemigo en el planeta
cada década, cada año, cada mes.
Lo mismo podemos decir de otras desviaciones
de la sabiduría exacta, completa
y casi perfecta de nuestros cuerpos.
Estos ejemplos reflejan una situación de mayor alcance.
Para volver a la sabiduría de las células
debemos aceptar que vivimos
las consecuencias de elecciones ajenas.
Se nos enseñaron hábitos y creencias
que ignoran por completo el misterio de la vida.
Hay un mundo material.
El mundo material está lleno
de sucesos y personas.
Yo soy una de esas personas
y no tengo una posición más elevada que las demás.
Para descubrir quién soy
debo explorar el mundo material.
Este conjunto de creencias resulta limitante.
En él no hay lugar para ningún acuerdo espiritual:
ni siquiera para el alma.
sólo necesitamos cumplir un mandamiento:
vivir como una célula.
Sin embargo, no lo hacemos,
y la razón resulta evidente:
tenemos nuestra manera de hacer las cosas.
Nuestras células se alimentan del mismo oxígeno
y glucosa que nutrieron a las amibas
hace dos millones de años,
pero nosotros
preferimos los alimentos de moda,
grasosos, azucarados y frívolos.
Pese a que nuestras células cooperan entre sí
-- con base en lineamientos establecidos
por la evolución en los helechos
del período cretáceo --
nosotros encontramos un nuevo enemigo en el planeta
cada década, cada año, cada mes.
Lo mismo podemos decir de otras desviaciones
de la sabiduría exacta, completa
y casi perfecta de nuestros cuerpos.
Estos ejemplos reflejan una situación de mayor alcance.
Para volver a la sabiduría de las células
debemos aceptar que vivimos
las consecuencias de elecciones ajenas.
Se nos enseñaron hábitos y creencias
que ignoran por completo el misterio de la vida.
Hay un mundo material.
El mundo material está lleno
de sucesos y personas.
Yo soy una de esas personas
y no tengo una posición más elevada que las demás.
Para descubrir quién soy
debo explorar el mundo material.
Este conjunto de creencias resulta limitante.
En él no hay lugar para ningún acuerdo espiritual:
ni siquiera para el alma.
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