Y El Profeta Habló Del Dar ...

Poco es lo que dais,
cuando dais algo de lo que poseéis.

Dais verdaderamente cuando dais algo
de vosotros mismos.

Porque:
qué son vuestras posesiones,
sino cosas que conserváis y vigiláis,
por el temor a que las neceistéis mañana?

Y mañana, qué deparará el mañana
al perro más que previsor,
que entierra huesos en la arena sin rastros,
al seguir a los peregrinos
que se encaminan a la ciudad santa?

Y qué es el temor a la necesidad,
sino la necesidad misma?
No es el temor a padecer sed,
cuando vuestro pozo está colmado,
la vedadera sed insaciable?

Hay quienes dan un poco de lo mucho que tienen,
y lo dan pensando en la gratitud que se les deberá,
y tal oculto deseo hace que sus dádivas
sean despreciables.

Otros hay que tienen poco,
y que lo dan todo.
Estos son los que creen en la vida,
y las arcas de estos nunca están vacías.

Los hay que dan con alegría,
y esa alegría se recompensa.
Y los que dan con dolor,
y tal dolor es su bautismo.

Empero hay quienes dan,
y no sienten dolor al dar;
y no buscan la alegría al dar,
ni dan en aras de la virtud.

Estos, dan como en el valle el mirto,
que ofrece el soplo de su fragancia al espacio.
A través de las manos de estos últimos,
Dios se manifiesta,
y en los ojos de quienes así dan,
Él sonríe a la Tierra.

Bien está dar cuando se nos pida,
pero es mejor hacerlo sin que se nos pida,
con comprensiva espontaneidad.

Y a los pródigos de mano abierta,
la búsqueda de alguien que reciba
es más que grata que el dar.

Y decidme,
hay algo que podáis retener?
Por lo tanto, dad ahora,
que la estación de dar sea vuestra,
y no de vuestros herederos.

Decís, a menudo:
"Yo daría, pero sólo a quienes lo merezcan".
Los árboles de vuestros huertos
no dicen tal cosa,
ni las ovejas de vuestros pastizles:
dan para poder vivir,
porque retener es perecer.

Seguramente,
quien es digno de recibir sus días y sus noches
también es digno de vuestras dádivas.
Y quien ha merecido beber del océano de la vida,
merece llenar su copa
en vuestro insignificante arroyuelo.

Y, qué merecimiento mayor puede haber
que el que reside en el valor y la confianza,
no en la caridad de recibir?

Y, quiénes sois, para que los hombres
os tengan que revelar su fuero interno,
y desnudar su orgullo,
de tal manera que veáis su valer,
y su orgullo sin disfraces?

Procurad ante todo,
que merezcáis ser dadores,
e instrumentos del dar.
Porque en verdad,
sólo la vida es la que da a la vida,
mientras que vosotros,
que os consideráis dadores,
no sois sino testigos de la vida.

Y vosotros, los que recibís
--- y todos, todos sois seres que reciben ---
no hagáis de la gratitud una carga,
para que no creéis un yugo
entre vosotros y el dador.

Antes bien,
erguíos junto con el que os da,
en sus dádivas,
como si llevarais alas,
porque pensar demasiado en vuestra deuda
es dudar de la generosidad de quein os da,
que tiene por madre a la pródiga Tierra.
y por padre, a Dios.















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Bandrui

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