La belleza de una flor
pudo arrojar un breve destello de luz
sobre la parte esencial
más profunda del ser humano,
su verdadera naturaleza.
Sin que nos diéramos cuenta,
las flores se convertirían
en una forma de expresión muy elevada y sagrada
que moraría dentro de nosotros
pero que no tendría forma.
Las flores,
con su vida más efímera,
etérea y delicada
que las plantas de las cuales nacieron,
se convertirían en especie de mensajeras de otro plano,
un puente entre el mundo de las formas físicas
y de lo informe.
Su aroma no solamente era delicado
y agradable para los sentidos,
sino que traía una fragancia desde el plano del espíritu.
Si utilizamos la palabra "iluminación"
en un sentido más amplio del aceptado,
podríamos pensar que las flores,
constituyen la ilumincación de las plantas.
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