Las circunstancias y el nacimiento de Buda
y de su vida temprana
dotaron de una fuerza específica
a sus enseñanzas posteriores.
Cuando declaró que ninguna distinción
de casta o de ocupación debía obstaculizar
el camino de quien quisiera ser discípulo,
hablaba desde su voluntaria renuncia
a su posición privilegiada.
En su momento,
mencionó su creencia de que los Brahamanes,
esos guías y autoridades espirituales todopoderosos
que dominaban a la sociedad hindú,
no eran mejores que los demás
por la sola razón de su encumbrado nacimiento.
Sólo si se condujeran de manera honrosa
tendrían derecho a reclamar
los privilegios del nivel superior.
Esta declaración se acercaba
a lo que la terminología religiosa occidental
cataloga como herejía,
puesto que para entonces
los Brahamines eran los árbitros espirituales
incuestionables de la vida India.
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