Los alquimistas que sólo aplican sus pensamientos
en continuas sublimaciones, destilaciones,
transformaciones y congelaciones;
en extraer de diferentes maneras
los espíritus y los elixires,
además de muchas otras operaciones
más sutiles que útiles y que se envuelven
en una serie de errores diversos,
esos alquimistas que se martirizan
y atormentan por sólo placer;
por su propio talento
jamás reflexionarán sobre la simple vía
que reciben de la Naturaleza y
nunca los iluminará y guiará un rayo de Verdad.
Esta situación demasiado penosa
y trabajosa, los aleja de la verdad
y les sumerge el espíritu en apuros
y dificultades, igual a las Sirtes.
La única esperanza que les queda
es buscarse un buen guía y un preceptor fiel
que los saque de estas tinieblas
y los obligue a percibir la pura claridad del sol y de la verdad.
El lenguaje de La Obra Secreta de Hermes Trimegisto, es conciso, cerrado y realmente hermético. El habla de nuestro autor se distingue por una precisión helénica, razón por la cual, el traductor, se ve forzado, a veces, a sacrificar el sentido de la frase con el fin de no deslucir el pensamiento del autor, que nos hace llegar su mensaje desde el siglo XVII.
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