Todos nos aferramos a la memoria
porque ella nos define.
Piense en alguien que conozca bien
-- su esposo o esposa, un hermano o una amiga.
Traiga a esa persona a su mente con todo detalle
y pregúntese que sabe en realidad sobre ella.
Vaya mas allá de los simples hechos
como el color de los ojos, el peso,
el oficio o el sitio donde vive.
Piense en cambio en los rasgos mas personales,
como aquello que le agrada y le desagrada,
los recuerdos vividos y las interacciones.
Cuando termine este ejercicio podrá suponer
que ha hecho un retrato bastante exacto de esa persona.
Sin embargo, todo lo que vino a su mente
salio de su memoria, y por lo tanto,
lo que ha descrito es su propio punto de vista.
Esa misma persona podría ser descrita
de una manera totalmente diferente
desde otro punto de vista.
Lo que a usted le parece agradable
puede ser desagradable para otros,
lo que para usted puede ser digno de recordar
otra persona puede querer olvidarlo.
No necesita ir demasiado lejos
para reconocer que todos los elementos
de su descripción
son completamente relativos.
Lo que para usted es alto, puede ser bajo o corriente
en la opinión de otra persona,
lo pesado puede ser liviano, lo claro oscuro, etc.
Usted habrá descrito en realidad
su propio punto de vista, no a la persona.
Ademas sus experiencias con esa persona son únicas,
lo cual hace que su descripción
sea todavía mas particular.
Si todo lo que usted creía saber sobre esa persona
termina refiriéndose indirectamente a usted,
es obvio que la memoria sirve para aislar.
Puesto que nuestro punto de vista es
completamente relativo,
no se puede considerar real.
La realidad no depende de un punto de vista,
-- sencillamente "es".
Y la mayoría de nosotros,
recluidos dentro de nuestro mundo privado,
no entramos en contacto con lo real
con mucha frecuencia.
El hábitat de los sentidos es lo irreal;
el hábitat del Mago es lo real.
Es preciso mirar detrás del telón de la memoria,
para comenzar a descubrir
el verdadero tejido de la verdad.
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