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El mundo ha sido creado ara que lo comprendamos,
nos sirvamos de él y crezcamos.
No podemos huir. Todo el mundo es como una olla caliente.
Donde quiera que vayamos en el cosmos
seremos “cocinados” por nuestras propias experiencias.
Por lo tanto, hemos de aceptar ésta verdad
aunque estemos muy “quemados”.
La aceptación de la voluntad divina nos da alegría,
nos calma. Otros quizá dirán: “Dios mío! Cuánto sufrimiento!”
Nosotros exclamaremos:
“Muy bien, si así lo quieres, adelante”.
El mundo no es terrible ni imperfecto.
Tu estás en proceso de fabricación,
mejor que en cualquier complejo industrial moderno.
Serás perfeccionado.
Si comprendes al mundo de ésta manera,
por qué deseas huir de él? Una vez que estés bien “quemado”
por las experiencias de la vida,
te sentirás libre y dirás:
“Ahora soy feliz”. Entonces podrás aconsejar a otro:
“ no se preocupen, muy pronto ustedes también estarán bien “quemados”
como yo y serán felices”.
Si tú conoces el propósito del sufrimiento
--- quemar tu yo incluso te regocijará. El sufrimiento es
cierta forma de purificación.
Caldeas tu cuerpo y tu mente para transformarlos,
calcinando las impurezas indeseables.
Así como el oro tiene que calentarse al rojo vivo y enfriarse
para que reluzca su pureza, todas las personas son purificadas ç
por el calor del sufrimiento.
Entonces acepta el sufrimiento como venga.
Esto es austeridad.
Sin embargo
no necesitas ir en busca del padecimiento:
no debes provocártelo tú mismo ni causarlo a otros.
No debes maltratar tu cuerpo en nombre de prácticas espirituales.
Algunos lo hacen, lacerándose el cuerpo,
caminando sobre leña ardiente, soportando privaciones.
Se te ha dado tu cuerpo por razones muy válidas
y no debes hacerle daño.
Si sufres dolor, acéptalo como una forma de purificación.
Tú necesitas de la desgracia para conocer la verdad.
Si combates contra la adversidad, comprende que se trata
de los golpes y traspiés que alientan a las personas a ser yoghis.
Para conocer el bien, es necesario saber qué es el mal.
Así es la vida, reconoce tus lecciones.
La aceptación del padecimiento en aras de la felicidad
se llama entrega. Si te acosa el sufrimiento, admítelo con gozo,
agradece a Dios y a la persona que te lo produce.
Dale la bienvenida a esa persona,
toca sus pies, pero no la imites haciendo sufrir a los demás.
Aprende la lección que proviene del dolor.
Es una advertencia acerca de algún error que cometiste.
Si sufres, examina las causas. Al fin y al cabo, qué es el dolor?
Todo sufrimiento y dolor consisten sólo
en la pérdida de la felicidad.
Necesitas del sufrimiento
para comprender por qué perdiste la felicidad.
El deseo causa desdicha. La gente ambiciona, más cosas
para ser feliz, pero cuando tu no las quieres,
todas las cosas que tú no deseas, te quieren a ti.
Las cosas que codicias son como sombras.
Cuando corres, ellas corren adelante.
En consecuencia, te apresuras siempre detrás de tu sombra,
y por supuesto, nunca la alcanzarás.
Si deseas cosas, éstas siempre irán delante de ti,
porque forman parte de ti.
Pero si estás contento, todo vendrá hacia ti.
Camina en procura de esa luz y las sombras irán detrás de ti.
Si ya estás cansado de perseguir la felicidad,
renuncia a todo, gira y camina hacia el Sol.
Entonces lentamente, mira hacia atrás,
por encima de tu hombro.
La sombra que perseguías, ahora te persigue.
El mundo te buscará a ti si tu no buscas al mundo;
ese es el secreto.
Si estás contento, hasta tus necesidades diarias serán satisfechas.
No necesitarás preocuparte mucho.
La persona absolutamente libre de deseos,
no será como un maniquí inmóvil.
La Voluntad Suprema la usará de otra manera,
para beneficiar a la humanidad.
Será conducida por el Poder Supremo.
Seguirá haciendo muchas cosas,
en tanto esa Voluntad Suprema le resolverá todas sus necesidades,
mediante amigos y otras personas.
No tienes que preocuparte por ti mismo.
Tu automóvil nunca te dice
“Vamos, ocúpate de mi. Ya casi no tengo gasolina ni aceite”.
Más bien eres tú quién se ocupa, porque deseas utilizarlo.
De igual manera, la Conciencia Cósmica
--- a la cual se la llama Dios ---
o la fuerza natural que corre a través de todo en todas partes,
también circula por ti. Se ocupa de todo, incluso de ti,
siempre que no la bloquees.
Tu tienes libre albedrío para hacer lo que desees.
Si haces algo sólo para tu propio beneficio,
la consecuencia recaerá sobre ti.
A ésta consecuencia se la llama Karma.
Si todo lo haces como corresponde no tienes que enfrentarte al Karma.
Para eso se te concedió el libre albedrío.
Por debajo del nivel humano se te han ofrecido muchas experiencias,
cierto tipo de educación de la Madre Naturaleza,
que ha sido tu maestra durante toda la evolución.
En tu vida actual, tú tienes libre albedrío y te lo estás probando.
Si lo deseas, puedes actuar en forma egoísta y causar más Karma,
o vivir entregado a los demás, con lo cual se cumplirá
la Suprema Voluntad y no producirás Karma.
En la armonía suprema, nunca tuviste Karma,
por lo tanto no necesitas preocuparte por tu karma pasado.
Lo que engendra esos actos kármicos
y sufre la consecuencia del karma es tu mente.
Pero eso no eres tú. Tú eres el sí mismo puro.
Una vez que la mente experimenta a Dios internamente,
ya no existe karma, pues todo ha sido consumido.
Mientras la mente no experimente al yo verdadero,
sigue envuelta en acciones y debe afrontar las secuelas,
pues aún tiene deseos.
El deseo es lo que impulsa a actuar.
Cuando se realiza una acción, siempre hay una reacción.
Por eso, Buda dijo que el deseo es la principal causa de todo.
Permitaseme aclarar que los anhelos egoístas son la causa principal.
Es imposible que la mente esté libre de deseos;
si no hay deseos en ella, en realidad ya no existe como mente.
La mente es como un montón de piedras,
quítense las piedras y desparece el montón.
De igual manera la mente, es sólo un haz de deseos pasados,
presentes y futuros.
La mente que desea es solo una ilusión, maya.
Un ejemplo para entender éste concepto puede ser el de un pedazo de tela.
La tela se compone de muchos hilos, pero si le sacas los hilos uno por uno,
qué sucede?
Otro ejemplo es el de la silla de madera.
Quítale las piezas de madera y desaparece la silla.
Así es la mente, sólo un montón de deseos.
Si no hay deseos, no hay mente.
A eso se le llama “trascendencia mental”.
La mente está tan serena que no se expresan anhelos;
están ahí, pero no funcionan.
Si los deseos egoístas de la mente no son alimentados,
morirán poco a poco.
Los deseos que benefician a los demás no producen otros,
pero los personales, sí crean otros similares constantemente;
ellos son los que no permiten permanecer en calma a la mente.
Si los deseos egoístas son satisfechos,
tú te deslizas hacia el flanco positivo,
el de los entusiastas; en caso contrario,
pasas al negativo, el de los depresivos.
Pero con deseos libres de egoísmo, esto no importa,
pues tú no oscilas de un lado al otro según los resultados,
sino que siempre disfrutas de cuánto haces.
Deslígate (desátate, desapégate).
Todo deseo personal es un nudo que te ata (apego).
No tienes que renunciar a nada en éste mundo,
solamente a tu apego a él.
Puedes poseer cosas pero no permitas que éstas se adueñen de ti.
Y no acumules más de lo que necesitas.
No sabrías qué usar, dónde guardar tantas cosas,
cómo cuidarlas; todo esto inquietará tu mente
.
Si tienes mucha ropa guardada y deseas ir de prisa a alguna parte,
malgastarás mucho tiempo porque no sabrás qué ponerte.
Pero si tienes sólo dos prendas,
te vestirás con una de ellas y podrás salir rápidamente.
Para tener felicidad suprema y sin fin,
aprende a no apegarte.
Esto no significa que debas ignorar a las personas,
o volverte indiferente a ellas.
Sobretodo evita el apego egoísta.
Si me dirijo a ustedes para conseguir un poco más de fama
o ganar unos cuántos discípulos,
me sentiré entusiasmado o decepcionado según lo que suceda.
Si acuden más personas me entusiasmaré.
Si nadie se acerca quedaré decepcionado.
De cualquier manera, perderé mi paz mental.
Pero si me libero de ese apego egoísta,
puedo tener interés en ti, y no obstante no inquietarme,
pase lo que pasare.
Supongamos que alguien sufre quemaduras en un accidente,
me sentiré triste por ello?
Sí, y llevaré a cabo cuánto sea posible para salvar a esa persona
o haré algo útil, pero sin perder mi paz mental.
Si la pierdo cuando veo que otros sufren,
entonces es evidente que soy yo quién necesita ayuda;
así no puedo auxiliar a nadie.
No puedes dar paz a los demás si tú mismo no tienes paz.
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