El poder de las palabras
no radica en su significado superficial
sino en sus cualidades ocultas.
Toda palabra, por ejemplo,
encierra a la vez conocimiento e intención.
Estas dos cualidades son mágicas.
La magia del conocimiento es que
en unas pocas sílabas
es posible reunir muchas capas de experiencia
--- de hecho, toda una historia.
"Pon a tu reino el nombre de Camelot",
le aconsejó Merlín al muchacho
antes de que se pusiera en marcha hacia el mundo.
"Por qué?", preguntó Arturo
"Es una palabra nueva que no necesita
cargar con el peso de la historia
como debe hacerlo Inglaterra",contestó Merlín.
"La gente te identificará con ella
y todos te rodearán.
Servirá de piedra de toque.
En el instante mismo
en que una persona la pronuncie,
tu reino y todas tus hazañas
se abrirán para ella,
como si tocaran la palanca
y se abriera la puerta de un gabinete
lleno de tesoros".
Lo cual demostró ser cierto.
Todas las palabras más ricas del idioma
abren pasadizos secretos
de significado y conocimiento.
Pero la segunda cualidad de las palabras,
la intención, es todavía más poderosa.
Merlín expresaba itención cuando,
como cualquier otro padre,
le decía a su niño que comiera,
caminara y durmiera.
Ha sido a través de estas palabras
como todos hemos aprendidos
funciones importantes,
pero ahora que las conocemos
ya no necesitamos de ellas.
Ya no nos decimos a nosotros mismos
que debemos comer, caminar o dormir.
La intención de la palabra ha sido interiorizada
y lo único que necesitamos
es algo que nos la recuerde
("creo que me iré a dormir"),
para que se produzca el resultado esperado.
Realmente es acertado decir que esto
es un conjuro, como lo hizo Arturo?
Sí, porque una vez que se absorve
la intención de una palabra,
se crea un conjuro en forma de huella mental.
La palabra escuela inmediatamente
desencadena en toda persona la experiencia
de los años escolares.
El buen estudiante evocará las
asociaciones de éxito y alabanza,
mientras que el mal estudiante
verá imágenes de fracaso y crítica.
Toda nuestra vida está metida dentro
de nosotros, en forma de huellas
que son activadas por las palabras.
"Los mortales están envueltos en palabras,
de las mismas manera en que las moscas
quedan atrapadas en la tela de la araña",afirmaba Merlín.
"Sólo que en su caso son a la vez araña
y mosca, porque se aprisionan dentro
de su propia tela".
No cabe duda de que todos utilizamos
nuestras propias palabras
para establecer los hábitos que permites
que la vida continúe inconscientemente.
Ya hemos mencionado el asunto
de identificarnos con los nombres y los rótulos;
estos naturalmente son palabras.
Pero cuáles palabras nos permiten
romper los viejos hábitos y liberarnos
de las identificaciones restringidas?
Si toda palabra imprime una huella
en la mente,
acaso son limitantes todas
y cada una de las palabras?
"La paradoja de las palabras", dijo Merlín
es que se deben utilizar para crear
disciplina y entrenamiento.
Caminar, hablar, lerr, todas éstas
son funciones de las cuales carece un bebé.
La madre y el padre deben encargarse
de educar al niño acerca de las cosas del mundo,
lo cual hacen por medio de palabras.
"El problema es que las palabras
también tienen significados psicológicos.
A través de las palabras, los padres hacen
que los niños se sientan mal o bien,
buenos o malos.
Las expresiones más poderosas
que cualquier persona puede utilizar
son el sí y el no.
El efecto de estas sílabas
puede levantar fronteras
o eliminarlas.
Todo aquello que crees que puedes hacer
lleva un sí encerrado en alguna parte,
generalmente pronunciado
por un progenitor o un maestro
en el pasado lejano.
Todo aquello que crees que no puedes hacer
lleva un no escondido,
proveniente de las mismas fuentes."
"Eso por qué es una paradoja?"
preguntó Arturo.
"Porque aunque las palabras nos dicen
quiénes somos, de todas maneras
somos más de lo que ellas pueden expresar.
Independientement de cuán poderoso
sea el conjuro de las palabras,
las personas pueden cambiar.
El poder de las palabras
puede crear algo nuevo,
no sólo un límite".
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