El cuerpo es la manifestación del yo.
La mente crea su propio cuerpo.
Por eso, cuando cambia la mente,
también cambia el cuerpo.
Cada pensamiento produce una modificación en tu rostro.
Todo tu metabolismo es afectado por tus pensamientos.
Si te disgustas, fluye la bilis y tu rostro se sonroja.
De ahí que no se necesite observar a alguien en acción
para saber qué hace.
En el momento en que uno ve a alguien perverso puede decir:
“Ese tipo es perverso”.
Sus ideas malignas son expresadas a través de su cuerpo.
De la misma manera, los pensamientos inocentes,
hermosos, sin egoísmo, hacen que el rostro
luzca tan puro como el de un bebé.
Todos nacemos con ese rostro hermoso.
Recuperémoslo negándonos a obedecer al yo egoísta.
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