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El yo-sombra es sólo otro papel o identidad
que arrastramos por la vida, pero sin mostrarlo en público.
La mayoría de las veces el yo-sombra
se siente demasiado avergonzado o temeroso
para presentarse a la luz del día.
Pero no hay duda de que existe,
porque cada uno de nosotros
ha inventado su propia sombra,
un personaje cuya tarea es cargar todas las energías
que no hemos podido desacargar.
El recién nacido no tiene problemas
en aferrarse a los sentimientos “malos” o nocivos.
Tan pronto como arrojamos algo negativo
dentro del entorno de un bebé,
éste llora o se aparta.
Esta reacción es extremadamente sana,
porque al expresarse tan libremente,
el bebé descarga las energías que,
de lo contrario se adherirían al él.
Sin embargo, a medida que crecemos,
aprendemos que no siempre es apropiado
dejarnos llevar por las manifestaciones espontáneas.
En aras de la buena educación y el tacto,
o de conocer nuestro lugar,
o de hacer lo que dicen nuestros padres,
odos aprendemos a guardar las energías negativas.
Nos convertimos en baterías
con una capacidad de recarga cada vez mayor,
y como adultos retenemos la ira, el resentimiento,
la frustración y el temor de muchos años.
Además, lo más grave
es que hemos olvidado el instinto
que nos permitía descargar las baterías.
“Sería muy interesante para ti ver algún día
hasta qué punto pareces una bomba”,
le dijo Merlín al joven Arturo.
“Qué es una bomba?”
“Si vivieras hacia atrás en el tiempo,
que es la única forma sensata de vivir,
lo sabrías.”
Merlín reflexionó durante un segundo.
“Imagina que inflas una vejiga de cerdo
hasta que revienta.
La bomba funciona sobre ese mismo principio,
salvo que estalla con tanta fuerza
que mata a las personas.”
“Por Dios, no hay forma de prevenir eso en el futuro?”,
preguntó Arturo alarmado.
“No, no entiendes.
Las bombas estallan precisamente
porque matan a la gente. Ésa es la idea.
Lo menciono sólo porque las bombas
se parecen mucho a los mortales,
quienes van por ahí listos a estallar a toda hora.
La explosión de la metralla
– así se llamaran las municiones con que se cargarán las bombas –
no es otra cosa que la explosión de la ira
hecha manifiesta.
En efecto, si los humanos pudieran explotar
y matar a sus vecinos sin temor a las represalias,
la mayoría lo haría.”
que arrastramos por la vida, pero sin mostrarlo en público.
La mayoría de las veces el yo-sombra
se siente demasiado avergonzado o temeroso
para presentarse a la luz del día.
Pero no hay duda de que existe,
porque cada uno de nosotros
ha inventado su propia sombra,
un personaje cuya tarea es cargar todas las energías
que no hemos podido desacargar.
El recién nacido no tiene problemas
en aferrarse a los sentimientos “malos” o nocivos.
Tan pronto como arrojamos algo negativo
dentro del entorno de un bebé,
éste llora o se aparta.
Esta reacción es extremadamente sana,
porque al expresarse tan libremente,
el bebé descarga las energías que,
de lo contrario se adherirían al él.
Sin embargo, a medida que crecemos,
aprendemos que no siempre es apropiado
dejarnos llevar por las manifestaciones espontáneas.
En aras de la buena educación y el tacto,
o de conocer nuestro lugar,
o de hacer lo que dicen nuestros padres,
odos aprendemos a guardar las energías negativas.
Nos convertimos en baterías
con una capacidad de recarga cada vez mayor,
y como adultos retenemos la ira, el resentimiento,
la frustración y el temor de muchos años.
Además, lo más grave
es que hemos olvidado el instinto
que nos permitía descargar las baterías.
“Sería muy interesante para ti ver algún día
hasta qué punto pareces una bomba”,
le dijo Merlín al joven Arturo.
“Qué es una bomba?”
“Si vivieras hacia atrás en el tiempo,
que es la única forma sensata de vivir,
lo sabrías.”
Merlín reflexionó durante un segundo.
“Imagina que inflas una vejiga de cerdo
hasta que revienta.
La bomba funciona sobre ese mismo principio,
salvo que estalla con tanta fuerza
que mata a las personas.”
“Por Dios, no hay forma de prevenir eso en el futuro?”,
preguntó Arturo alarmado.
“No, no entiendes.
Las bombas estallan precisamente
porque matan a la gente. Ésa es la idea.
Lo menciono sólo porque las bombas
se parecen mucho a los mortales,
quienes van por ahí listos a estallar a toda hora.
La explosión de la metralla
– así se llamaran las municiones con que se cargarán las bombas –
no es otra cosa que la explosión de la ira
hecha manifiesta.
En efecto, si los humanos pudieran explotar
y matar a sus vecinos sin temor a las represalias,
la mayoría lo haría.”
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