Sabiduría
SABIDURÍA
Mientras uno pueda beneficiarse con los rayos solares, no importa de quién sea el Sol.
La comprensión es una gran cualidad, que todos deben poseer. Si se comprende al prójimo también se comprenderá a Dios. Sin conocer o comprender a tu propio yo y el de tu prójimo, cómo esperas conocer a Dios? El Diccionario de la Lengua Española, publicado por la Real Academia, define la palabra comprender como “abrazar, ceñir; rodear por todas partes una cosa”.
A la gente no le gusta ser rodeada, ceñida por nada. Por qué me han de ceñir, limitar o rodear? Por qué debo soportar la presión de otro?. Todos quieren pertenecer a un nivel más alto. Pero la humildad se logra sólo a través de la comprensión. Mientras tu crees que eres “alguien”, en realidad no lo eres. Cuando dices que no comprendes en realidad has comenzado a hacerlo. No se trata de un complejo de inferioridad. Es humildad. Recuerda, quién tiene mucha comprensión, siempre es humilde.
Probablemente estés familiarizado con el trigo. En los campos se ven crecer plantitas rectas, llenas de espigas. Al seguir creciendo, con lentitud, los tiernos granos parecen mirar hacia arriba. Nunca se doblan, pero cuando maduran, las espigas aumentan de peso y comienzan a curvarse. De igual manera, una cabeza hueca y vacía, siempre se eleva orgullosamente: “soy superior” dice. Pero una cabeza madura se inclina hasta el suelo. Del mismo modo, el que comprende se caracterizará por su humildad, una de las virtudes más admirables.
Donde hay humildad, siempre hay comprensión. No existe límite para la comprensión y el aprendizaje. En la fe hindú, a Sarasvati, la diosa de la sabiduría, se la representa leyendo un libro que lleva en su mano. Si ella está aprendiendo continuamente, cuál es entonces el límite? Cuando estamos dispuestos a aprender, no rechazaremos nada.
Ni siquiera se trata de leer libros. Si deseas saber, recuerda éste versículo: “Pedid y se os dará”. Toda la naturaleza es un gran libro de conocimiento. Busca las lecciones que te rodean por doquier.
La riqueza que tiene el sentido del oído es superior a muchas otras. Escucha siempre. Tu has sido creado para oír. Se te dieron dos oídos pero sólo una boca. Esa es la prueba, habla menos y oye más. Si hubieras sido creado para oír una palabra y simplemente aceptarla, te hubiera bastado un oído en tu frente. Pero te pusieron los oídos a cada lado de tu cabeza para que, al recibir el mensaje lo dividieras en dos partes, cada una de las cuales va a uno de esos lados. Es decir, tú, gracias a éstos recursos, analizas, comprendes y sólo después aceptas. No aceptas como verdad cualquier palabra que escuchas.
Tampoco tenemos una puerta para cerrar los oídos. Esos orificios que captan todas las vibraciones siempre están abiertos. Más para hablar, deben salvarse dos obstáculos; antes de que podamos emitir una palabra, los sonidos tienen que pasar por dos barreras dentales y a través de los labios. Considera las palabras como sagradas. No las dejes escapar con facilidad. Si deseas hablar, antes piénsalo dos veces.
Nuestra comprensión no sólo se produce a través de los sentidos, sino que también es un proceso mental. El oír no es suficiente; se necesita aprender a escuchar. Escucha con los oídos pero también con el corazón. Hay una gran diferencia entre escuchar y oír. Si escuchas, no necesitas tomar notas, porque contamos con una grabadora interna de muchos canales, provista de una cinta interminable. Si escuchas atentamente, grabas todo sin alterarlo. Estas ideas quizás te parezcan muy simples, pero constituyen las piezas básicas con las que se edifica toda una vida. Sin ellas, no puede lograrse nada en el ámbito espiritual.
En cierta oportunidad, Avvaayar, una gran santa del sur de la India, clamó a Dios: “Señor, no sé qué estoy haciendo. Aparentemente he aprendido todas las cosas en muchos libros y con todo mi corazón. Parece que hablo y hablo siempre, como si tuviera cientos de bocas en todo mi cuerpo. Cuándo podré escaparme de todo y encontrar el silencio?"
Mediante el silencio uno puede estar conciente del testimonio interno. Ese silencio es el Espíritu o la Conciencia. Tu Conciencia es silenciosa. Nunca te dice nada. Allí está, vigilándote, sencillamente. Sea que hagas el bien o el mal, lo recto o lo incorrecto, sólo está presente como testigo mudo. Un testigo nunca participa en el caso ni se le pide que se incline por una u otra parte. Así es Dios y su creación también, en cierto sentido. El sol, el viento, el cielo, el agua, todos éstos elementos son testigos. Allí está el testigo y tú actúas en su presencia.
Para conocer al testigo silencioso, siempre presente --- para conocer al Conocedor --- primero deberás postergar el conocimiento de otras cosas. Conócelas después. El resto vendrá automáticamente. Esta afirmación quizás te recuerdo un versículo bíblico: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás os será dado por añadidura”. Si no conoces al Conocedor, aún cuando poseyeras toda la Tierra, el universo no te serviría para nada. Toda tu riqueza sería un gran cero. No tendría ningún valor en sí misma.
Toma un cheque. Escribe un en él unos cuántos ceros y dale el cheque a alguien. No podrá recibir ni un centavo, si trata de cobrarlo en el banco. Si agregas dos ceros más, tampoco le servirá para nada. Pero si añades el número uno al principio y sigues añadiendo ceros, cada uno aumentará diez veces su valor.
Algunos se sienten muy orgullosos de sus ceros: “Soy médico”, “soy doctor”, “soy maestro”, “soy presidente”, “soy esto o aquello”. Sin el “Uno” todo lo demás es un gran cero. “soy un cero a la izquierda” Para qué sirve todo el conocimiento mundano sin el conocimiento interno? En ocasiones, hasta es peligroso. Primero conócete a ti mismo. Entonces todo otro conocimiento sufrirá un efecto amplificado. Por lo tanto, no olvides colocar el uno antes de sus ceros.
Sé conciente de que tú eres Eso. Conserva ese conocimiento en silencio, para ti sólo. Los jóvenes dicen: “Para tener fe, necesito por lo menos un destello de algo”. Escucha al silencio. Para comprender, penetra hasta el silencio profundo. El único límite de la Sabiduría es el Silencio. En él realiza su verdadera naturaleza. No hay palabras para describirla. Como dicen los Upanishads, no es consciencia ni inconsciencia. No es la suma total de toda conciencia. No puedes hablar de ella. No existen huellas ni símbolos. No está ubicada en algún lugar. Esa es la esencia.
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