Me siento en medio de la cama con las piernas cruzadas
en
posición de loto o en un sillón
con la espalda bien apoyada y los pies tocando
el suelo en posición de “faraón”.
Cierro los ojos y respiro normalmente,
llevando toda mi
atención a mi respiración.
Le pongo un color al aire para poder visualizarlo,
podría
ser verde para recorrer cada órgano y sanarlo,
o violeta para limpiarlos.
Veo
el aire que entra por mi nariz y lo dirijo
a través de mi órganos, baja por mi
esófago
y llena mis pulmones, se expande por todo mi interior.
Exhalo y vuelo a
inspirar, esta vez lo dirijo a mi corazón,
lo envuelvo con el color que elegí y
lo acaricio cálidamente,
lo mantengo unos tres tiempos envuelto … y exhalo,
vuelvo a inhalar y llevo esa energía cálida y colorida
a mi estómago, y vuelvo
a hacerlo tantas veces
como desee o necesite hacerlo, pero sobretodo,
centrándome en los órganos que “requieren atención”.
Con la misma energía de color ahora en forma de vórtice,
acaricio
mis ojos, mi garganta… mis oídos… mis hombros
y mi cabeza.
Invoco entonces a mi Yo Soy (o mi propio Cristo):
“Yo Soy en
mi”,
y me entrego a él y le pido que desde su altura
me guíe hacia mi “templo
interior”.
Sigo respirando rítmica y relajadamente,
y de pronto en una
inhalación, veo un portal,
con una lámpara a cada lado y otra arriba
como
saludándome a modo de bienvenida.
Está semi abierto, como invitándome a salir…
A salir??
Pero por qué voy a salir de mi templo si acabo de entrar??
Y en la próxima inhalación veo las palabras escritas “BIENVENIDA
AL HOGAR “,
y comprendo que el portal no me invitaba a salir,
sino a entrar,
a mi propio templo,
“mi templo interior”, mi “Yo superior”,
“mi Yo Verdadero”.
Empujo suavemente el portal, siento que mis pies
apenas
rozan la hierba húmeda,
me recibe una dulcísima brisa con aroma a flores frescas…
acaricia mi cabello, mis mejillas… y me envuelve.
Algunas nubes oscurecen el
cielo, pero estoy tranquila,
sé que detrás de ellas a lo alto está el Sol,
puedo sentirlo, y el arco Iris lo confirma.
Qué bien se siente!… no quiero irme!…
frente a mi una
cascada entona una melodía cristalina
que jamás había escuchado antes,
con
instrumentos totalmente desconocidos,
qué lindo suena!
De pronto vuelvo a ser consciente de mi respiración
y para
mi sorpresa descubro que con cada inhalación
voy ascendiendo apenas unos
centímetros,
muy suavemente, casi no siento mis pies… mi cuerpo…
sigo
ascendiendo… más … y más…
hasta llegar a otra frecuencia vibratoria…
A lo lejos diviso a mi ego, tan pequeño como un puntito,
trata de atraerme hacia él como un imán… pero no puede, estoy muy por arriba,
vibrando a la altura
de mi frecuencia crística… lo rodeo de Amor…
lo merece, me
ha acompañado todo este tiempo
y lo ha hecho de la mejor manera posible.
Nunca
supo muy bien cómo hacerlo,
sólo ahora está comenzando a aprender,
porque Yo
estoy guiándolo,
ya no lo dejo tomar el mando de mi vida.
He notado que a más
altura,
más armoniosa es mi relación con
él.
A veces no necesito conversar con él, sólo lo observo y sonrío, él “capta”
mi energía, está aprendiendo a guardar su lugar… a veces protestando un poco
aún…
y otras simplemente agachando su cabeza,
comprende que está frente a Un
Maestro…
De pronto levanto mis ojos hacia el cielo,
y ahí está Él,
esperándome… y sonrío…
sigo elevándome y me fundo en sus brazos cálidos…
el Sol
me acuna en su lecho por un tiempo que parece interminable… me inunda un
profundo Amor…
una paz inusitada …
Soy una con Él… he trascendido!
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