Antes de acostarnos, nos sentamos al borde de la cama,
espalda recta, pies descalzos sobre el piso
o bien en medio de la cama en posición de Loto
(piernas cruzadas)
Visualizamos un vórtice de luz verde,
brillante, resplandeciente, iridiscente, suave, cristalino,
maleable y elástico.
Lo observamos delante de nosotros, justo "ahí",
a la altura de nuestro entrecejo.
Luego inhalamos de forma suave pero profunda por la naríz.
De pronto el aire se convierte en esa misma energía “verde”,
la vemos entrar por nuestras fosas nasales
y la sentimos cerca de nuestro paladar,
bajando por la garganta y siguiendo hasta llenar nuestros
pulmones y diafragma.
Una vez hemos llenado la base de nuestros pulmones
y diafragma, retenemos por unos tres tiempos
esa cálida energía verde que no deja de brillar
y refrescar nuestros órganos.
Luego comenzamos a exhalar rítmicamente por la boca,
hundiendo nuestro diafragma hasta vaciarlos,
(pulmones y diafragma)
suavemente, en tres tiempos, sin esfuerzo.
Las inhalaciones y exhalaciones son suaves,
rítmicas y reconfortantes.
Las realizamos unas 5 veces para comenzar.
Con cada inhalación “vemos” entrar
el “aire verde resplandeciente y calido”
y acariciar nuestros órganos respiratorios,
Guiamos su trayectoria controlando
cada pequeño paso de su trayecto.
Al exhalar, nos concentramos en nuestra nuca,
cuello y hombros y sentimos como a medida que
vamos soltando el aire, (“todavía” siempre por la boca )
se van aflojando… relajando… y reconfortando.
Podemos también jugar con esta bola de energía verde
“viéndola” correr lentamente de un hombro al otro
pasando sobre nuestra nuca y cervicales y
sintiendo su masaje
suave y cálido reconfortando la zona,
y sobretodo "por cada órgano o zona
que necesitemos sanar".
Ahora sí! Estamos listos para el paso siguiente!
Podemos continuar en la misma posición
o acostarnos preparándonos para el sueño.
En cambio, si intentamos propiciar una meditación,
seguimos sentados, siempre con la espalda recta
(pero sin forzarla) para mantener nuestra columna
y centros energéticos equilibrados.
Visualizamos el globo aerostático,
siempre delante de nosotros,
listo para que soltemos sus amarras.
Observamos sus colores cálidos y vivos.
Es tan lindo! Nos inunda una gratificante sensación de
alegría, felicidad… Amor.
Pasamos revista a los sucesos de nuestro día.
Sobretodo las situaciones que nos generaron
enojos, o penas.
Discusiones, preocupaciones.
Encerramos en un paquetito, ese enojo de hoy,
en la oficina, o en casa,
y lo ponemos dentro del globo.
Encerramos la angustia profunda que nos produjo
una mala noticia o recuerdo repentino, en otro paquetito
y lo ponemos tambien en el globo.
Hacemos lo mismo con cada sentimiento, recuerdo
o pensamiento que nos causa inarmonía.
Cuando finalizamos de cargar el globo con todo ese peso
que nos sacamos de encima,
soltamos amarras,
y lo vemos alejarse, suavemente, se aleja... asciende…
y lo saludamos alegres, con una sonrisa y no dejamos de mirarlo
hasta que desaparece en el éter.
Con la vista ahora fija en el cielo,
comienzan a aparecer pensamientos, de cualquier tipo.
Simplemente los vemos pasar hacia un lado.
No luchamos contra ellos, dejamos que se disuelvan
y den paso a otros nuevos por surgir,
pero nosotros nos concentramos en nuestra respiración
nos sentimos increíblemente livianos.
Estamos casi flotando! No sentimos el peso de nuestro cuerpo!
Vamos ascendiendo también!
Todo a nuestro alrededor se ve cada vez sustancialmente
más pequeño y nosotros seguimos flotando
pero esta vez,
dentro de una luz inmensamente blanca y cálida
tan resplandeciente como el Sol.
Qué bien se siente! Cuánta calidez! Cuánto Amor!
Desde aquí arriba… se ve todo tan pequeño…
Todo!,
hasta los sentimientos que nos causaron
tanta pena y dolor el día de hoy se ven y se sienten
casi imperceptibles…
Estamos transmutando!
Estamos trascendiendo...
♥